I
Ciudad:
infinita duda,
péndulo que oscila sin sentido,
badajo mudo…
El fuego de la tarde
se consume en turquesas lejanos,
palidece lentamente
sofocándose al amanecer,
rendido en su espiral de nieblas.
II
Atardecer en brazos de la calle,
en la espesura del gentío absurdo.
Sobre cúpulas altísimas,
en silencio llueve una sombra
que va devorando los fulgores
de esta ciudad carcomida.
Cruzando a través
de las tripas de la ciudad,
de sus túneles mugrientos.
Puedo sentir su agonía,
su desesperado galopar,
su paupérrima ceguera.
III
Ciudad Pobreza.
Lloras, porfiada, tu desgracia,
sollozas tu lamentación
sin que nadie pueda acudir en tu auxilio.
Arrastras los pies en tu lobreguez.
Tu estómago vacío ruge
con vapores de alcantarilla rota,
con fragor de sindicato enardecido,
con rebeldía en la bandera rojinegra…
IV
Bajo nubes de acero
se erige este laberinto de calles sin entrada ni salida.
Vieja ciudad mancillada, impía…
tan impunemente exquisita de sangre y fuego.
Famélica bestia que no para de asesinar,
prisión siempre inconmensurable
tan llena de humores caprichosos
y vapores indigentes…
V
Ciudad Violencia,
a través de tu garganta
atraviesan cansados,
tus cuarenta millones de ojos
rumiando su ceguera,
tentaleando entre cascajos,
dando tumbos y patadas de ahogado.
En el estruendo de tus armas
duermen su sueño
los infantes de pólvora
que algún día te harán arder…
VI
Hay avenidas, grietas de fuego
que adormecen los pasos
cansados de perseguirse los pies.
Tardes que vuelan alto.
Persianas que se desatan
para encerrar el instante,
para desnudar de memoria
el cuerpo de la insensatez.
VII
Ciudad Demencia,
nido de anhelos innombrables.
Olvidada en una grieta,
en el asfalto y la ceniza:
has cobijado al ladrón
para cortarle después las manos…
Llevas en las llagas de tus calles
el crimen del que no se te pudo absolver.
VIII
Las noches son algo distinto.
Una sucesión de zumbidos
que revolotean insistentes
alrededor del humo del cigarro.
Una lluvia que no cesa nunca.
Las calles devienen en luces rojas,
en bares que vomitan alcohólicos,
en palabras que se despeñan
como espuma de los labios…
IX
Ciudad Fiereza.
Ahora que has devorado a tus hijos
para no permitir que te subyuguen,
agonizas, lastimera,
herida de muerte por el cazador furtivo
que vino de tierras lejanas
para exterminar tu podredumbre…
X
Al final de los caminos
la ciudad es una y la misma
todas las ciudades son Roma,
son la misma sombra
y la misma ceniza
después de arder…