El muro de Cráneos

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Colectivo Cuadernos sin Mo(r)ral

diciembre 30, 2009

En este continente que agoniza…

En este continente que agoniza post

¡Qué cuidadosamente nos mentimos!
¡Qué cotidianamente planchamos nuestras máscaras
para hormiguear un rato bajo el sol!

Apuntes para una declaración de fe,

Rosario Castellanos

 

 

Siempre andamos sigilosos,
como cuidándonos de relojes antiguos,
de las hojas afiladas que caen del calendario…


Nada se detiene,
seguimos avanzando…


Volveremos a caminar,
inevitablemente,
a decantarnos sobre las mismas calles,
llevando nuestra mentira a cuestas:
La gran mentira de nuestra existencia…


Volveremos a emanciparnos,
reptaremos un rato
sobre la colina solariega…


Queremos olvidarlo todo:
el equilibrio de este constante tambalearnos,
la panza abultada de la tierra antes de parirnos,
la leche que sorbimos en las ubres de Dios…


Y sin embargo, recuerdo…
Hubo tardes grises,
ventanas sangrientas
por las que más valdría no asomarse,


desvaríos efervescentes
que se estrellan en el copete
y se derraman,
sublimes y salobres…


A nadie se le ocurre morir tuberculoso,
ni salir a rondar las callejuelas
con los ojos en blanco
o arrancarse las uñas con los dientes:
Nunca más volveremos a ser románticos.


La inteligencia es una prostituta
que se vende por un poco de brillo
y que no sabe ya ruborizarse.


Ahora que creemos saberlo todo,
que desentrañamos nombres confusos
y morimos largamente…


Ahora que bebemos los limos fecundos de la tierra
y reinamos sobre la misma arcilla
con que fuimos modelados…


Ahora que compramos y vendemos
cuerpos y vergüenzas
y quemamos la memoria
de nuestros fieles difuntos,
queremos plantar una esperanza
en este continente que agoniza…

diciembre 16, 2009

Desde las Entrañas de la Ciudad

 

metro_de_mexico

 

Desde las entrañas de la cuidad,
cantan las manos su miseria.
Pueblo con cuatrocientas voces
que siembra versos en el viento,
de la desolación germina esperanza
ojalá floreciera libertad…

 

Engarrotados, bajo puentes,
como túneles cochambrosos;
los sueños se mimetizan,
se vuelven asfalto, bache,
coladera rota…

A través de las ramas,
entre el cablerío con tenis colgados,
se escucha débil y lejano
el trino de la historia…

Canta el anhelo de los pueblos
que no saben de ceguera
porque pasan su vida
persiguiendo la luz
que les fue arrancada…

Que no saben agacharse;
más porque buscan la vida
que porque no teman la muerte…

Cantan las calles y las manos
con voz de pueblo
que no se rinde
ni le rinde cuentas al tirano…

noviembre 24, 2009

Sangre Canción

Sangre Canción

 

Los ojos se cierran de repente,
aprietan con fuerza para no mirar

Se acabó la música…

No volverán las tardes
a sus helechos memoriosos,
nunca más brotarán del monte…

Terminó el viento su rondín,
el fuego su danza,
el agua su oración.

Sibila quietud,
tierra permanente.
Silencio del tiempo.

¡Es preciso que cante la sangre!

Derramemos canción tibia y roja
sobre la tierra callada
para despertar con su calor al fuego
y con su caudal melodioso
al torrente lucífero de los ríos,
para que vuelva el viento
a traernos la música del monte:
de frondas más altas,
de madrigueras más profundas…

Vertamos en una canción la vida
para clamar por el espíritu del cielo.

¡NADA ERES TÚ!

JaguarEthnomed

¡Rehúso de tu lengua maldita!

Con ella te maldigo,
canto con sones mi victoria,
llamo con las mismas conchas
al espíritu verdadero
de la Tierra,
del Quinto Sol,
de la Lluvia,
del Viento.

Sigo ofrendando mi corazón,
desangrando mi memoria;
porque hay rescoldos
entre las cenizas
que hiciste de mi pueblo;
porque sigo latiendo;
porque vuelvo a levantarme;
vuelvo a ser Águila y Jaguar,
Coyote y Jabalí…

Nuestro encuentro es inevitable
– y eterno…–

Vivimos en todos los siglos
y en todas partes.

De la piel de la Tierra
seguimos naciendo;

Porque nada puede el encierro,
nada son quinientos años,
nada tu lengua perversa,
ni tus cañones asesinos...

¡N A D A
                E R E S
                                T Ú!

En la hoguera de tu historia
hiciste humo mi pasado,
creíste consumir un pueblo
cuando somos ascuas cobrizas
de piel impenetrable.


Renacemos.

                  Renaceremos.

                                              Renacimos.

noviembre 10, 2009

SUEÑO DE LIBERTAD

expresión

Recuerdo que te tuve entre mis manos
cuando me imaginaba en otra vida,
hoguera nuestra, tierra prometida,

Libertad intocable a los tiranos,
sueño torvo de todos los humanos,
noche ardiente en la plaza derruida
del pueblo donde yace, piel rendida
la esperanza de herreros y artesanos.

Te tuve entre mis manos un momento,
y te esfumaste luego, ensangrentada,
derribando con aire tan violento
a la raza que absorta y enlutada
te miró derramarte en pavimento,
donde se alza en fragores la matanza.

noviembre 04, 2009

Sueño…

Árbol Llorón

Soy noche-serpiente en el monte,
danzando alrededor del fuego…

Soy ascua que se consume
en el anafre de los sueños…

A través de mis pasos
recorre su viento el infinito…

 

Bajo mis manos cubre su rostro                 
el desgraciado,                            
el perseguido,               
el disidente…

Soy llanto de los mares:
amargo,
              denso,
                           interminable…

Soy fuga, instancia, transparencia,
dimisión absoluta,
convergencia antinatural
de la naturaleza…

Llevo lomos atigrados,
insomnes fauces lobunas,
crecientes gruñidos oseznos:

En mis ojos, holocausto;
en mis palabras, precipicio;
bajo mi sombra, eternidad…

Sangre-sangre-sangre;
sísmica-oscilante-trepidatoria;
noche-fuego-llanto;
mar-monte-animal;
lluvia-resistencia-raíz;
fuga-infinita-eterna;
sueño-sueño-sueño;
sangre-sangre-sangre…

octubre 27, 2009

¡Todo es Silencio!

 

IMG_8879

Vagos, lejanos recuerdos…


La tierra guarda silencio
como de luto.
Se vierte dentro de sí misma:
implosión geológica.


Todo calla,
todo muerde con su silencio,
pica con lanzas el costado,
lame las heridas hasta llegar al hueso.

Detrás de las sombras
quedó sepultada la luz.

No hay tormento.
No hay lúbricos acordes:

Todo es silencio…!

No hay movimiento,
el viento no mece las ramas del árbol,
todo duerme en perfecta calma.

Sólo mis ojos permanecen abiertos,
presenciando la muerte de la noche.

octubre 21, 2009

Cúmulo Estelar

CúmuloEstelar

I

Pude mirar
a través de cristales y rocas,
pude mirar
el mar y el cúmulo estelar...

El placer se acerca
len - ta - men te...
puedo mirarlo detrás de la lluvia,
a través de mis cuatro vientos...

Puedo adivinar a las sirenas
vomitando marismas
en los istmos de ebriedades granulosas,
donde encalla la barca de luz
y se despeña,
se desmorona
y se disuelve en éter...

La vagancia de mi prosapia
me lleva a rondar los feticidios,
me seduce la necrofagia
de la sinrazón desmemoriada
...

Pude – por un instante –

Mirar a través de los cristales,
también a través del humo,
al cúmulo estelar
que elide sus demoras,
que bate sus mares de dudas
sobre las arenas de los ciegos
– que no dejan de esperarle... –
e inflama las miradas
de los que prefirieron
dar la espalda al mundo,
de los que se devoran en silencio,
sobre la sombra de donde emerge...

 

 

II

El cúmulo estelar

es placer porque es deseo,
es bendito aliento solitario...
agonía de todo lo perecedero,
mordaza corruptora del testigo silente
– voyeur en la noche-péndulo –
recuerdo vencido,
contraído al infinito
en una explosión
de sangre y semen,
de cuerpo y cicatrices...

Suplicio hedonístico...

El placer se oculta
– como siempre –
en los resquicios del miedo,
en las mismas callejuelas,
en las que bien sabemos...
en los traspatios del silencio.

Los humores de estos cuerpos
segregan auras secretas
que se funden y se dislocan.

El placer más profundo
es el que fluye del cúmulo estelar,
de este cúmulo de deseos
que se ocultan
– como siempre... –

septiembre 19, 2009

Caminante

Teporocho

“Ser en la vida romero,
Romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.”

Romero solo, León Felipe













Siempre quise ser en el viento
ingrávida materia de sueño,
profundo azul en la noche,
canto transparente de los ríos.
He andado y andado
siempre por caminos nuevos.
Hay miradas perdidas,
sangre y energía
que se consumen
en las llamaradas del recuerdo,
viejas rocas infinitas
que nadie podrá mover del camino.
Hay senderos que bifurcan
en la espesura de los valles;
desiertos que no se cansan
de recorrerse a sí mismos, 
marismas que me miran famélicos
sin que puedan devorarme…
Crece la tierra desde mis pies,
se yerguen castillos-taludes
y yo no quiero detenerme aún;
no sé cómo hacerlo…

septiembre 13, 2009

Frente al Mar

Frente al Mar

Esta tarde vuelo a ti,
como aquellas gaviotas
vuelan al ocaso.

Esta tarde que azula
bajo el gris de la tormenta,
zarpo a ti.
Como aquellas barcas de luz
que se pierden en la noche
zarpan al viento.

Mientras nadie me mire
seré un soplo en la brisa.

Frente al mar
soy laguna de silencio.

Frente al mar
camino sin retorno.

¿Llegaré a ti?

¡Oh sueño de Marfil
que desvaneces
frente a mi mirada.
¡Cresta de ola,
efímera imagen de sal...!

Frente al mar
anochezco lentamente,
con crepúsculos purpúreos,
brisas tropicales,
y cantos de sirena.

Frente al mar
siento el añil del sueño
confluir íntimamente
con el carmesí sanguíneo.

Nunca he rendido un paso.
Nunca he vendido una mirada.

Si anduve tremolando los caminos
ha sido por llegar a ti:

¡Aura de sueño...!

Esta tarde voy a ti,
como aquellos buques
van pesados por la noche,
sin saber – ni querer – detenerse...

Esta tarde que se sonroja
en el oleaje del pensamiento.

Frente al mar,
Simplemente voy a ti...

septiembre 10, 2009

Nómadas

nómadas “Hacemos cosas, pero contarlo es difícil porque falta lo más importante, la ansiedad y la expectativa de estar haciendo las cosas”



SIMULACROS, Julio Cortázar


Nosotros no somos muchos y vivimos unos aquí, los otros allá azarosamente. Vivimos en mochilas de viaje, en carreteras interminables, en lloviznas grisáceas y pegajosas, en permanente movimiento, como las nubes o las partículas de polvo en el viento. Los vecinos que nunca hemos tenido nos saludan más por mera cortesía que por convicción.


Hace sólo unos días, mientras intercambiábamos viviendas, ocupaciones y dietas; llevábamos cargando la otredad sobre los hombros de los párpados; empuñábamos inútilmente la llave de la casa sin puertas y pensábamos que habría que improvisar de nuevo. Siempre ha sido maravilloso renacer el noveno día del tercer mes, a las ocho menos tres, o al vigésimo quinto día del segundo mes a la medianoche; nunca hemos sido constantes en este oficio de la vida...

Justamente en el penúltimo éxodo sucedió que encontramos hileras e hileras de piedrecillas grises alrededor de la casa que nos recibía con las puertas desenclavadas y las ventanas llorosas entre los vapores con que suelen despedirse los días detrás de cerros. Decidimos levantar cada pedazo de roca y, aunque tardamos un fin de semana entero, conseguimos llenar tres costales y medio; los atamos y colgamos para poder golpearlos y fortalecer nuestros puños y brazos. Uno de esos días, entre las muchachitas simpáticas, de esas que abundan en la plaza de Marqueses, me pareció reconocer un rostro familiar, lo cual era tan imposible que reí hasta que el estómago dolió. Finalmente se acercó, las manos tiznadas hasta los codos y las mejillas resecas, resecas... Estuve seguro entonces de haber visto antes a esa chiquilla, así que traté de identificarla por el método de la descalificación: no era mi hermana, puesto que una había fallecido seis años antes, otra debía tener el doble de años que ella, y la tercera debía pesar tres veces más; tampoco podía ser mi cuñada, porque todas ellas estaban preñadas; tampoco podía ser mi hija porque yo tenía veinte años y ella debía tener unos dieciséis, mi madre y mis tías (las que aún viven) son ancianas que rondan el centenario y no salen más que a tomar el sol por las mañanas sentadas en sillas de madera, tan anacrónicas y desvencijadas como ellas, que rechinan como lamentando el liviano peso que cargan sobre sus lomos, como si suspiraran al recordar los días felices en que fueron árboles cuyas frondas lo mismo cobijaban amoríos que asesinatos. Así que... ¿quién podía ser la muchachita etérea que me miraba fijamente mientras se acercaba con las manos tiznadas de carbón? no hacía mucho que vivía yo por ese pueblo, así que no pudo ser que la conociera de antes. Alguien, entonces la llamó por su nombre, o por algún otro nombre, de igual manera no pude entenderlo por el intenso murmullo propio de plazas como esa, y ella volvió a meter carbón dentro de costales a medio romper. Fue entonces que di media vuelta y caminé despacio con intenciones de no llegar a casa; iba pensativo, intentando recordar, si no podía recordar, al menos quería adivinar por qué me resultaba tan familiar si no la había visto antes. Tuve que conformarme con imaginar a ratos que la conocía de mucho tiempo; otras, que nunca la he visto, ni la veré jamás. Llegaba a casa, al viejo perfume de maderas quemadas, al crujir de los costales cada vez que Jairo lo golpeaba rencorosamente, a la conversación adormilada que se consumía en los labios de la tía Francisca, y que amagaba con derramársele entre la dentadura postiza.

Al siguiente día, como fue amaneciendo, corrí a la plaza de los Marqueses para ver si volvía a encontrar a la muchachita desconocida, con las manos tiznadas, llenando costales y costales de carbón; pero nadie había, el carbón estaba ahí, pero no estaba ella, ni la voz que la llamó por algún nombre que no pude reconocer, ni cualquier otra persona. Al cabo de unos pocos minutos llegó una señora de unos sesenta y cinco años y estuvo vendiendo el carbón. Esperé más, estirando el cuello, mirando por encima de la muchedumbre que poco a poco se congregaba entre los puestos de la plaza, para ver si aparecía por alguno de los flancos. Fue inútil. Supuse entonces que sería más probable que haya sido producto de mi imaginación y que el encuentro de un día antes no me haya sucedido jamás; sin embargo, cada amanecer corría a la plaza con la más firme intención de volver a imaginarla y poder preguntarle quién es.

Pasaron muchos días. Faltaba poco menos de media semana para que volviéramos a intercambiar vidas con las ratas de ciudad que tornarían a subir por las laderas, a arrancarse los zapatos para tirarlos en el camino y andar descalzos sobre la tierra ondulante, al menos eso fue lo que nos vino a decir el Calavera, quien tenía más o menos mi edad, sólo que murió antes de regresarse, porque dicen que lo picó un bicho, o no sé que cosa... Decidí que aquella mañana no iría más a la plaza y que me dedicaría a golpear el costal de rocas hasta que me sangraran los nudillos; pero me aburrí antes que sangrar y decidí salirme a caminar en dirección opuesta a la que recorría cada mañana. Subía por las faldas del cerro, rumbo al río que corría apacible por allí, cuando la volví a ver: allá, a lo lejos, sentada con los pies remojándosele en el agua que corría indiferente a las hojas secas que arrastraba, a los pies de la criatura y a mi reflejo que se distorsionaba a ambos lados del agua. Me acercaba despacio, como no queriendo molestar con mi presencia, deslizándome entre las sombras de los árboles, entre el silencio de la tierra que permanece y suministra la dádiva de la vida porque no sabe hacer otra cosa; la avidez de mis pies descalzos me llevó hasta quedarme inmóvil, mudo, frente a ella; a unos cinco pasos de distancia. No supe que decir, cómo justificar mi encuentro con ella, que sonreía despreocupada e hizo una seña pidiéndome que guardara silencio – no digas a nadie que me viste aquí– dijo y entre mi torpeza sólo pude atinar a asentir con la cabeza. Fui relajándome poco a poco, apoyado por el arrullador canto del agua, por la invitación a sentarme a su lado... Supe, después de conversar con ella y reír hasta que las mandíbulas dolieron, que se llamaba Tacha, que tenía cuatro hermanos que se pasaban la vida molestándose unos a otros con ocurrencias tan graciosas que hasta el agua parecía reír al escuchar cada historia. Yo no quise hablarle mucho sobre mí; a decir verdad, mi vida es muy sencilla siempre, nunca parece tener sentido, así que preferí omitir los detalles. La mirada se me desencajaba cada vez que quería decirle que pronto iba a dejar el pueblo, que la había estado buscando desde que la vi con las manos tiznadas hasta los codos, quería decirle tantas cosas que las palabras agolpaban en mi pecho y galopaban sin encontrar un orden para salir en forma que pudiesen ser comprendidas (aunque fuera a medias). La tarde comenzaba a pasear sus manos por entre las ramas de los árboles y un viento del norte soplaba fresco, como anunciando que la noche sería fría. Nos despedimos y acordamos volver a vernos al siguiente día; pero al volver a casa me recibió en brazos la noticia de que como el Calavera había muerto, era necesario llevar las nuevas a la ciudad, donde el tío Evaristo esperaba a que volviera su hijo y por no haber estado presente al momento de la votación, me tocó adelantarme, acompañado de Remigio, su esposa encinta y sus cuatro hijos, para dar aviso y volver a partir a otra casa, la del tío Rigoberto, a donde llevarían el cuerpo del muchachito para velarlo y continuar con la tradición de andar de aquí para allá, cambiando de dirección cada vez que los tíos lo consideraran conveniente, según los designios que leían en las nubes; para andar como siempre, como las partículas de polvo en el viento, sin dirección, sin origen ni destino. Nunca supe si Tacha me esperó mucho tiempo o si encontró algún costal de piedras para golpearlo hasta aburrirse y luego caminar en dirección contraria, hacia donde no me encontrará...

Fractura

 

muere indigente Esta maldita cuidad es un espejo roto. Apesta a gente, de esa que se siente más chingona que uno sólo porque trae los zapatos limpios, relucientes si quieren. A final de cuentas son las mismas sabandijas chupasangre que tienen al pueblo con las tripas infladas de hambruna, las mismas liendres que le van comendo el coco a uno con pendejadas en la televisión, en los periódicos y hasta en la mismísima calle. Si uno vive precariamente, sin casa fija, sin comida rápida los fines de semana con la familia (sin familia, incluso), es porque se necesita joder a unos para no bajar de su pedestal ni ensuciarle los zapatos a otros. Para no arrebatarles la tersura impía de las manos a los avariciosos que no dejan de comprar y vender cuerpos y vergüenzas.


Miro la muchedumbre que vomitan los vagones del metro, la carajada de coches que van por ahí tosiendo humo por el culo y no paro de pensar que esta maldita cuidad es un espejo roto que sólo refleja lo que le conviene, lo que le va a dejar mayor provecho. Si tan sólo alguien se detuviera un poco y me mirara sin pretender aligerar sus cargos de conciencia regalándome una moneda ensangrentada, por la que asesinó hasta mujeres preñadas… ¡Y todavía tienen el descaro de mirarme de frente! ¡A mí, que nunca he dañado a nadie y que muy al contrario, he tratado por todos los caminos posibles de ayudar q quienes parezcan necesitar algo que yo pueda hacer!



Anoche, mientras caminaba por alguna calle que no recuerdo, detrás de un puesto de periódicos salieron tres malditas ratas y entre insultos me golpearon hasta que supieron que no iba a tratar de levantarme, no me bajaron de pinche mugroso, ni de cagada humana y me patearon por casi diez minutos, luego se llevaron los veinte pesitos que otros iguales a ellos me habían regalado para que comprara un taquito de canasta y se fueron caminando muy tranquilamente, riendo a carcajadas los muy ojetes. Todavía no consigo levantarme y la gente me mira con asco, con rencor, como si yo tuviera la culpa de que tengan que llegar a colocarse el grillete y servir de esclavos durante ocho horas, o de que se les haga tarde para llegar a colocarse ese mismo grillete. El desgraciado viejo de los periódicos vino muy temprano y a gritos y patadas me exigió que levantara mis mugres y me largara de aquí, pero no puedo levantarme, apenas si puedo respirar. Luego me echo a sus perros, pero como tampoco funcionó, se fue refunfuñando y diciendo que iba a llamar a la policía para que me llevaran y me bañaran con agua fría, pero yo lo que necesito es una ambulancia, intento decírselo, pero el muy mula no quiere escuchar, sólo quiere que me aleje de sus putos periódicos llenos de noticias sangrientas y anuncios clasificados de putas gordas, no sea que me vaya a agarrar uno de cobija, con el pinche frío que hace…



Al fin llegan los puercos, completamente vestidos de azul, y vuelven a llamarme mugroso, sólo que esta vez le agregan que si soy ebrio o que si estoy drogado y a patadas quieren levantarme. De mi boca sólo escapa un alarido lento y un hilillo de sangre. Intento decirles que no puedo levantarme, que en vez de golpearme llamen a una ambulancia, que he de tener varios huesos rotos, pero no consigo juntar fuerza para hablar y ellos siguen con lo único que saben hacer, decir estupideces y golpearme sin tregua.



Se detienen cuando ven que sus intentos son en vano y como no se atreven a acercarse lo suficiente para levantarme y meterme en su patrulla, deciden por fin llamar a la asistencia médica. Por un momento pensé que esa era mi salvación, pero al llegar los señores de blanco tampoco quieren acercarse mucho, se dicen entre ellos que “hay que tener cuidado, que huelo muy mal y que podría ser portador de una o de muchas enfermedades contagiosas”. Yo sólo quiero que me lleven a un hospital y que curen mis fracturas para largarme de esta pútrida ciudad que no es precisamente un espejo roto, quizá sea un plato roto, o un juguete roto, o un hueso roto. No lo sé, algo roto…

abril 06, 2009

¡Devórame!

¡Venga, maldita bestia!

Devórame, como al resto de tus hijos,
soy entraña descarnada
bajo el dintel de tu contemplación.

Te ofrendo mi carne
a cambio de una noche de gloria
en medio de tus piernas.

¡Déjame sentir tus dientes henderme la piel!

Llevo en la mirada el fardo de lo que no puedo recordar,
el peso grave de lo indecible…

Mira:
mis pasos obedecen a tu sed,
me llevan lastimosos
hasta donde la humedad insaciable de tus fauces
espera…

De mi voz ha quedado sólo un eco
con el que he de maldecirte,
con el que llamaré por tu nombre
detrás de todas las ventanas,
con el que rasgaré tu quietud…

Mis manos se han rendido también,
han dejado caer el arma que empuñaban,
con la que pensaban asesinarte
mientras durmieras:
a traición, como mereces ser asesinada.

¡Devórame…!

Quiero sentir que desvanezco en tus colmillos,
que me ahogo en tu saliva espesa,
que mi último estertor se fuga en tu lengua,
y que deglutas después mi serpentino mirar,
mi puñado de tierra…

febrero 16, 2009

Habrá que Mirar al cielo

mirar al cielo

 

Habrá que mirar al cielo,
desgarrar las nubes con las manos,
desangrar veinte mil ocasos
y perfumar las noches con nostalgias.

Habrá que dejar correr el agua
para que nos lleven sus caballos
a la orilla de un mar embravecido
y embozarnos en la espuma de su oleaje
y sentir su sal petrificarnos.

Habrá que mirar atrás,
eventualmente, detener el paso
y perdernos en alfaques y taludes,
derramar, aciagos, nuestra sangre
y blandir la espada con destreza.

Habrá que desviar el camino,
esquivar las saetas del reloj
y llorar como plañideras desgastadas.

Habrá que saltar desnudos
y andar descalzos el camino,
con sólo el peso de la inopia
que nos cuelga de las manos,
con la piel resquebrajada.
Hasta encontrar la brida del caballo
y frenar el agua del arroyo.

enero 15, 2009

AGRESTE LUX




Allá se va el hombre de bronce,
hombre de maíz y de arcilla;
sus pasos se adelgazan en silencio,
su andar le llevará a perderse…


Puedo sentir su llanto humedecer la tierra,
la tierra que hoy aran sus pasos,
sus pasos y no sus manos,
su llanto y no el rocío…


El éxodo del hombre de maíz,
la lozanía de su marcha agreste,
son patria desdeñada,
lirio marchito de ajada hermosura.


Las manos del campesino,
las del artesano y también las del poeta,
todas se toman y cantan con una sola voz,
voz de pueblo herido,
desterrado de su libertad,
despojado de su tierra…


Allá se va el hombre de bronce,
hombre de maíz y de arcilla,
lleva su sonsonete sombrío
entre las muecas de la desesperanza,
lo lleva entre dientes,
como estandarte desgarrado
de una batalla que ya no lucha.
Sin azadón, sin almocafre


Hombre de luz y de sombra,
de tabaco y de caña dulce la sonrisa,
de café y de mezcal la alegría…


Emigrado de la sombra humedecida,
no depongas, no claudiques, hombre,
que la noche es cobijo del enfermo.

Hombre que tienes los sueños en el anafre,
ardiendo entre ascuas incesantes:

Que vendrá el nuevo sol
con nuevos esplendores
a desahuciar al asesino…

Que el amanecer vendrá tarde o temprano
a curarte las heridas, a arrancarte las espinas,
y traerá consigo flores nuevas
y tus manos volverán a su tierra,
y el rocío a las alboradas…

enero 13, 2009

LOS DE ABAJO




Seguimos donde siempre,
en la misma tierra
húmeda, fría, oscura...
seguimos sepultados
bajo el mismo lodo,
entre las mismas culebras,
en el mismo umbral,
padeciendo la misma hambre.

Seguimos donde siempre,
en nuestro sopor insoportable;
seguimos siendo los de siempre,
los de abajo,
los del llanto largo,
los de la noche larga,
los de la mirada triste.

Somos, al fin, los sin-nombre,
los hermanos huérfanos
del jaguar y del coyote,
y como ellos nos refugiamos
en la espesura de la selva,
lloviznando entre las ramas
de nuestra Ceiba sagrada,
sobre las ruinas de nuestro tiempo.

enero 12, 2009

YA NO HAY LUZ PARA NOSOTROS



Ya no hay luz para nosotros,
que nacimos de la tierra,
que vivimos de la noche
y llevamos por bandera
nuestros puños en el aire
agitando nuestra tea;
que no tenemos más armas
que nuestras manos labriegas,
que nuestros brazos desnudos
y nuestra carne morena.

Ya no hay luz para nosotros,
que vagamos en la selva
desvelados y nocturnos
esperando a que amanezca,
con los ojos ya perdidos,
con el cuerpo de madera
y con ramas que ultrajadas
resquebraja nuestra pena.
No hay ocaso ni alborada.
En el cielo no hay hoguera.

Ya no hay luz para nosotros,
que volvemos a la tierra.
Entonando nuestros himnos
nuestros hijos clamorean;
necesitan más palabras,
también esperanzas nuevas;
permítele hablar al cielo,
que te unja la cabeza,
que te enseñe el buen camino
a la casa del poeta.

Ya no hay luz para nosotros,
que perdimos las estrellas
en la altura de los montes;
que perdimos la pelea
y morimos desangrados
en la noche que nos hiela;
y lanzamos nuestro grito
y rezamos por que vuelva
nuestro quinto sol al cielo
e ilumine nuestras Ceibas.

PERO YO SOY MUY POBRE



Perdóneme señor,
pero yo soy muy pobre,
no tengo ya
con qué pagar sus mercancías.
Llegué de la plaza
sin la plata tintineante
de la lágrima,
sin el cascabel dorado
de la risa.

Lo he gastado todo.
¡Todo!
Hice una sola compra,
una sola:
Compré el látigo fulminante
de la injuria.
Debe usted comprender mejor que nadie.
Es necesario tenerlo, guardarlo...

-con sus siete espuelas de hierro
bien afiladas en sus siete puntas-

Es necesario tenerlo, guardarlo,
ponerlo a remojar con sal,
con vinagre hirviente…

Guardo conmigo sólo dos palabras:

Una de humildad,
que será la herencia de mis hijos.

Y otra de consuelo
para este pueblo herido y ultrajado,
despojado de su luz,
de sus estrellas...
Para este pueblo que vive -que muere-
en las profundidades de la noche.


¿La gratitud?
¿Ha dicho usted gratitud?
¡No, señor...!
En esta tierra tan seca
-tan áspera y tan seca-
la gratitud y el amor
han perdido todo su valor,
son fantasmas, recuerdos...

Sólo les poseen los niños
y juegan con ellos
cuando rompen sus fusiles
o quedan calvas sus muñecas.

En esta tierra tan seca
sólo sirve la vanidad:
el oropel y el latón,
porque reverberan,
porque fingen luz.

Pero no a mí.
A mí me sirve la injuria,
la voz de tronco y roca,
la tea y la antorcha
que tímidamente iluminan
el camino de las procesiones
hacia la revolución,
y que agita y atiza el clamoreo.

Me sirve la locura insurrecta,
el sueño de la muerte
(¡La muerte o la libertad!)

Me servirían también la ternura,
la compasión y el entendimiento
que usted me ofrece,
pero yo soy muy pobre,
no tengo ya
con qué pagar sus mercancías.
He vuelto de la plaza
sin la plata tintineante
de la lágrima,
sin el cascabel dorado
de la risa.

Lo he gastado todo.

¡Todo!


... Pero no...

Usted no puede comprenderme,
después de todo es un mercader.

Ahora, si me disculpa:
debo azotar mi látigo
con sus siete espuelas
montando el viento,
contra el tirano ciego
que nos dicta la noche,
que nos impone la sombra,
para hacerlo sangrar,
para gritarle con fuerza
que nos devuelva la luz.

¡Que nos devuelva la luz…!

POBRE POETA POBRE



Pobre poeta pobre
le robaron el trigo de las manos,
le robaron la siesta del camastro,
le robaron la noche de los ojos,
le robaron la tierra de los pasos.

Pobre poeta pobre,
llegaron tres hombres muy formales
a embargarle las palabras,
a desangrarle a su musa,
a desvirgarle a su hija.

Pobre poeta pobre,
ya sin trigo y sin palabras,
sin siesta, ni musa,
sin noche y sin tierra.
Sueña que sueña.

Y en su sueño,
pobre poeta pobre,
no sabe si quiere despertar.
Ignora que no puede
y sueña que no quiere.

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El que dicen que soy...

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La Ciudad des-Esperanza, Mexico
Aprendiz de pobre diablo, melómano, coleccionista de manías, mesurado pero conversador, irreverente, soez, en fin... todo un estuche de monerías