¡Qué cuidadosamente nos mentimos!
¡Qué cotidianamente planchamos nuestras máscaras
para hormiguear un rato bajo el sol!
Apuntes para una declaración de fe,
Rosario Castellanos
Siempre andamos sigilosos,
como cuidándonos de relojes antiguos,
de las hojas afiladas que caen del calendario…
Nada se detiene,
seguimos avanzando…
Volveremos a caminar,
inevitablemente,
a decantarnos sobre las mismas calles,
llevando nuestra mentira a cuestas:
La gran mentira de nuestra existencia…
Volveremos a emanciparnos,
reptaremos un rato
sobre la colina solariega…
Queremos olvidarlo todo:
el equilibrio de este constante tambalearnos,
la panza abultada de la tierra antes de parirnos,
la leche que sorbimos en las ubres de Dios…
Y sin embargo, recuerdo…
Hubo tardes grises,
ventanas sangrientas
por las que más valdría no asomarse,
desvaríos efervescentes
que se estrellan en el copete
y se derraman,
sublimes y salobres…
A nadie se le ocurre morir tuberculoso,
ni salir a rondar las callejuelas
con los ojos en blanco
o arrancarse las uñas con los dientes:
Nunca más volveremos a ser románticos.
La inteligencia es una prostituta
que se vende por un poco de brillo
y que no sabe ya ruborizarse.
Ahora que creemos saberlo todo,
que desentrañamos nombres confusos
y morimos largamente…
Ahora que bebemos los limos fecundos de la tierra
y reinamos sobre la misma arcilla
con que fuimos modelados…
Ahora que compramos y vendemos
cuerpos y vergüenzas
y quemamos la memoria
de nuestros fieles difuntos,
queremos plantar una esperanza
en este continente que agoniza…