Cuando llegué al infierno había una larguísima fila de condenados que esperaban su turno para entrar. Me alegró saber que compartiría la eternidad con tanta “gente” (¿Sigue siendo gente la raza condenada al dolor eterno…?). Iba a formarme con la mejor disposición, pensando solamente en la cantidad de lastimeros alaridos que esperaban ahí dentro por ser escuchados, cuando una bestia que babeaba me abordó y entre gruñidos balbuceó palabras que no pude comprender. Obviamente encabronado me sujetó por las solapas rasguñando mi pecho con sus garras, mi reacción no pareció gustarle; pero no podría haber sido distinta: al percibir el aroma de mi propia sangre que escurría formando un frágil hilillo rojizo que corría sobre mi torso reí desde el plexo solar, sintiendo cómo la risa fluía por el Gran Simpático y por el Nervio Vago (vaya pareja que hacen estos dos…). La bestia gritó entonces salpicándome de baba el rostro, su aliento era tan pútrido que habría podido asfixiar a poblaciones enteras en la tierra de los vivos. Comprendí entonces que me estaba pidiendo mi pasaporte. Sí, mi pasaporte. Hasta en el infierno existe la burocracia…
Esculqué entre mis bolsillos. Nada. Entre las maletas que había empacado para mi residencia en la patria de los sanguinarios hallé una libretita negra, debió ponerla ahí el sepulturero, sublime conocedor de esos menesteres (y gran conversador, por cierto…). Se lo entregué a mi “castigador”, quien al verlo gruñó furioso y se lo entregó a una hermosa mujer con la piel más pálida que haya visto jamás. Al verlo me tomó del brazo e histérica me sacó de la fila ante la mirada atónita de los que estaban formados delante de mí.
-Un mexicano…- comenzó a gritar con una voz tan aguda que los oídos me siguieron zumbando durante unas cien horas. No pude dejar de pensar: -¡Mmmmta Madre…! ¿Ni en el pinche infierno nos quieren…? …y eso que no sabe que soy chgilango…- me llevó al fin a una ventanilla que me recordó las subdelegaciones del IMSS donde sin mirarme sellaron mi “pasaporte” y me abrieron la puerta. Lo único que pude suponer es que Slim se me había adelantado y había sobornado a los demonios para que los paisanos no tuviéramos que hacer fila así que de inmediato pregunté por él para agradecerle el generoso gesto de fraternidad; pero nadie supo darme razón de él…
Cuando al fin encontré un sitio desde donde se veía con claridad las mutilaciones, fustigaciones y demás inflingimientos, decidí instalarme. No tardé en conseguir una cama de clavos a mi gusto, alambres de púas para hacer sillones y costales y costales de fango y mierda para hacer paredes. Como buen mexicano pude beneficiarme del contrabando y conseguí hasta una TV a color (en el infierno sobran canales satelitales donde pasan esos programas que carcomen el cerebro y ningunean el alma humana…). Cuando me aburría de ver Big Brother, La Academia y Los partidos del América, me asomaba por mi ventana de vidrios rotos y miraba el desfile sangriento de los que clamaban piedad (Ja! ridículos…).
Al darme cuenta de lo rutinario que resulta el infierno (Las viejas de Big Brother se siguen encuerando ante las cámaras para ver si consiguen trabajo, Los de La Academia siguen cantando igual de gacho, el América sigue sin dar una y los blandengues siguen clamando piedad con la misma desesperación de siempre…), de la poca imaginación de los que se supone debieran ser los mejores carniceros y verdugos, me aburrí del sitio a las pocas semanas.
Volví a empacar mis cosas y salí sin que nadie si quiera lo notara, sin que nadie me extrañara…
septiembre 13, 2007
FROM HELL (Crónicas Satíricas I)
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1 Opiniones:
Gracias a slim que nos abrio el paso a los mexicanos, no me imagino de otra forma el infierno, bueno aunq no estoy segura que pasen esos churros de programas en el infierno, ni rock pesada ni nada?... creo que so te falto por ahi.. Besos
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